el bosque de las cenizas


HOLY MOTORS
febrero 2, 2014, 8:10 pm
Filed under: Cine, Cultura

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El Sr. Oscar -personaje encarnado por el actor fetiche de Leos Carax, el singular Denis Lavant, quien sostiene todo el peso interpretativo de la película- es un hombre enigmático que viaja en una limusina-camerino por París, y cuyo trabajo consiste en transformarse en los múltiples personajes que alguien le encarga a lo largo del día: banquero,  mendiga, vagabundo monstruoso, padre de familia, asesino, moribundo… No sabemos para quién actúa ni por qué. En un momento del filme, interrogado por el motivo que le impulsa a seguir actuando, responde que lo hace “Por lo mismo que empecé: por la belleza del gesto.”

Holy Motors” es una película extraña, libre, conmovedora, visualmente poderosa y enormemente desconcertante. Un inquietante poema visual que rehuye los códigos del cine narrativo convencional, y en el que lo importante es la propia experiencia cinematográfica, la potencia simbólica y emocional de las imágenes, desde un planteamiento más alegórico que discursivo, pero de ningún modo carente de sentido (no se trata de una bufonada a lo David Lynch). Mención especial merece la que probablemente sea una de las más fascinantes escenas de sexo jamás rodadas (y sin enseñar ni un centímetro de piel, salvo el rostro).

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Una metáfora sobre la identidad en la era de Internet, en un tiempo en el que la realidad primaria parece ser fagocitada por su representación. El mundo actual como escenario de roles cambiantes, una realidad simulada sin un suelo que la sustente. Una plataforma de avatares que incluso sobrevivirán a nuestra realidad física (las inscripciones en las lápidas del cementerio nos hacen pensar en una especie de red social de cadáveres). El paulatino alejamiento de las experiencias reales y su progresiva sustitución por un mundo virtual en el que las identidades mutan, son suplantadas, se autoconstruyen y autodestruyen…

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Pese a la aparente infinidad de registros y la constante necesidad de reinvención, Carax nos confronta con la paradoja de la incesante repetición de la condición humana, sujeta a su indefectible animalidad. Al final de su jornada, el Sr. Oscar encarna a un hombre que regresa a casa por la noche, al reencuentro de su familia de chimpancés, mientras la canción «Revivre», del cantautor francés Gérard Manset nos recuerda que: «Si le ciel nous laisse on voudra revivre. Ça signifie: On voudrait vivre encore la même chose. Le temps n’ai pas venu qu’on se repose. (…) On se voit se lever, recommencer, sentir monter la sève.» El simulacro como fórmula de reinvención que escenifica el cíclico retorno a lo que somos, para seguir sintiéndonos vivos. holy_motors-3

Sólo dos peros a la película: la utilización de chimpancés (aunque su aparición sea brevísima), y que Carax siempre presente a mujeres hermosas y delicadas en sus cintas.  Por lo demás, se trata de cine audaz, libre e hipnótico que no deja indiferente a nadie. 

Una locura inclasificable y maravillosa.



District 9
septiembre 23, 2009, 4:26 pm
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La película de moda sobre extraterrestres, District 9, dirigida por Neill Blomkamp y producida por Peter Jackson, no es un film de ciencia ficción al uso. Habrá quien vaya a verla atraído por el reclamo de sus numerosas escenas de acción (demasiadas para mi gusto, ya que roban metraje a lo que podría haber sido una acercamiento más profundo a las relaciones entre humanos y alienígenas). Sin embargo, más allá de las explosiones y la sangre, la película tiene mucho de crítica social y abre un amplio espacio para la reflexión, posibilitando incluso una lectura animalista (accidental, en mi opinión, pero no por ello menos válida).

La cinta aborda la situación de apartheid a la que es sometida una comunidad extraterrestre cuya nave ha quedado inoperativa sobre la ciudad de Johannesburgo. Como es obvio, la elección de tal ubicación por parte del director no es casual, en clara referencia al segregacionismo racial que se mantuvo en Sudáfrica durante más de 40 años, pero también a otros episodios históricos igualmente aberrantes, como la creación de guetos judíos durante el régimen nazi. No obstante, el conflicto no se plantea en este caso entre etnias o razas humanas, sino entre especies distintas. La película es, por tanto, tan representativa de las barbaridades que se pueden cometer a causa del racismo, como de las que se cometen a causa del especismo con el que los seres humanos nos relacionamos con el resto de animales.

Existen varios elementos en la película que deberían hacernos considerar este paralelismo entre formas de opresión igualmente arbitrarias como son el racismo y el especismo. Uno es la constante utilización de la expresión “no humano”, categoría que, en rigor, comprende a todos los seres no pertenecientes a la especie Homo sapiens, ya sean terrícolas o extraterrestres. Como sabemos, la línea divisoria entre lo humano y lo no humano ha sido trazada históricamente según parámetros diversos (lenguaje, cultura, color de la piel, etc.). Para la ideología colonialista, los indígenas no eran más que seres primitivos, guiados, como los animales, por el instinto; los nazis, por su parte, afirmaban sin tapujos que los judíos eran subhumanos («Untermench»).

La película refleja otra semejanza al abordar la experimentación con extraterrestres, tan controvertida como lo son las investigaciones que a diario emplean animales no humanos con fines militares o biotecnológicos y cuyo único objetivo, como sucede en el film, es el lucro económico.

Especial mención merece la escena en la que el protagonista humano es obligado a practicar pruebas de tiro con las armas requisadas a los alienígenas. Éstas no pueden ser usadas por los humanos, ya que requieren ADN extraterrestre para ser activadas, pero la condición mutante del personaje le permite utilizarlas. El primer blanco al que disparar es el cadáver de un cerdo. A continuación, un alienígena, éste todavía vivo. En ese momento, el humano suplica que no le obliguen a matar al extraterrestre, y pide encarecidamente que le traigan otro cerdo al que disparar. Tal petición podría responder a un intento de aliviar la carga moral que supondría matar a un ser vivo (disparar a un cerdo muerto no equivale a matarlo), pero parece claro que el ruego tiene poco que ver con que el animal esté vivo o muerto, y mucho con la mayor empatía que el humano siente hacia el alienígena, por la condición de ser racional y dotado de lenguaje (además de bípedo) de éste.

Aunque pueda parecer sensacionalista o anecdótica, esta escena resulta crucial para entender de qué trata realmente la película, a saber, de en qué lugar dibujamos la línea que separa el “nosotros” del “ellos”. Por eso, conviene analizar los tres niveles de distanciamiento moral que se producen en este viaje de la nostredad a la otredad:

    1. El mutante sigue siendo humano, pero representa un primer estadio de alteridad con respecto a los humanos “normales” (no mutantes).

    2. El alienígena es el otro para los humanos y para el mutante, pero éste, al que le ha sido negada ya la consideración de ser humano, empieza a sentirse cercano al extraterrestre y extraño a la conducta de los miembros de su propia especie.

    3. El animal no humano es el otro tanto para los humanos (incluido el mutante) como para los alienígenas (éstos comen cabezas de vaca, e incluso en una escena se les puede ver en corrillo animando una pelea entre dos ejemplares de otra especie extraterrestre a la que suponemos de menor inteligencia, al estilo de las peleas de gallos o de perros organizadas por seres humanos).

Según vemos, la animalidad sigue considerándose el polo opuesto a la humanidad, en lugar de parte integrante de ésta. Los terrícolas no humanos, con quienes compartimos origen e historia, nos resultan más ajenos a nosotros mismos que unos seres venidos de otra galaxia (sin ánimo de chovinismo planetarista).

La película da para mucho más; desde los mitos sobre el consumo de carne, al papel que juegan los nigerianos en la historia. De hecho, el gobierno de Nigeria ha prohibido que se proyecte District 9 en el país africano, al considerar que el film presenta a sus habitantes como personas crueles y degeneradas. Si bien es cierto que los que aparecen en la película lo son, opino que el director no está cargando las tintas contra ellos (como no lo hace contra aquellos alienígenas que acaban cometiendo actos de vandalismo), sino más bien contra quienes les han abocado a la miseria y la marginalidad. Extraterrestres y nigerianos viven juntos en el gueto, ambos grupos hablan lenguas distintas al inglés, ambos son arrinconados y empujados a la delincuencia como consecuencia de políticas imperialistas que pretenden apoderarse, en un caso de su tecnología, y en el otro, de sus recursos naturales.

Por último, vale la pena visitar la página web oficial de la película, y en especial el blog sobre igualdad entre especies. El logo está compuesto por una mano humana y una mano alienígena entrelazadas, y el eslogan reza “Everyone deserves equality”. ¿Hace falta decir más?